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¡Somos libres, seámoslo siempre!

¡Somos libres, seámoslo siempre!

"¡Somos libres, seámoslo siempre!

Y antes niegue sus luces el sol,

que faltemos al voto solemne,

que la Patria al Eterno elevó."

Lunes, las ocho de la mañana. Mientras desayuno en mi modesto patio, oigo una muchedumbre corear lo que parece ser el himno del Perú.

"Niños, ahora van a recibir las salutaciones del señor director." Ajá, se trata de una escuela.

"Buenos días, niños", aparece este en escena, cual si de una estrella del rock se tratara, micrófono en mano.

"Buenos días, señor director", vitorean los niños en coro, con entusiasmo. El señor director prosigue con su discurso, anunciando la visita de una asociación de médicos el jueves, en la que los padres deben estar presentes. Tras unos minutos, cede el turno a la profesora Rocío de nuevo, quien da el tiro de salida a la próxima canción.

"¿Listos? ¡Ya!", pese a desentonar un poco, logro comprender la letra: "Arriba, arriba siempre, la bandera nacional..."¿Otro himno? Googleo: se trata de la Marcha de Banderas esta vez. Voy a tener que investigar qué escuela es esta que tengo en mi calle.

"¡Sin correr, ordenadito!... Oye niño,¡deje de jugar!" 8:20h, empieza la semana escolar.


No para mí: yo me dispongo a redactar los informes sobre las visitas y reuniones con los grupos de mujeres efectuadas este pasado fin de semana. Hubo dos, una en Chinchero el sábado, y otra en Llaquepata, el domingo. Había quedado con el Sr. X a las doce en su casa, pero llegué media hora tarde debido a un pequeño contratiempo: el taxi al que me subí desde Plaza San Francisco, en Cusco, fue arremetido a los dos minutos de haber subido yo por otro taxi impaciente, en la misma plaza. "Disculpe, señorita, le voy a tener que pedir que se baje." Obedecí sin rechistar y opté por dirigirme al paradero, en Belenpampa, para realizar los 40 minutos de trayecto en un minibus. Me senté en la penúltima fila, junto a una chica joven y su hija de unos tres años en brazos, llamada Yun, quien jugaba a esconderse de mí bajo su gorro de lana cada vez que le tocaba el ombligo. El resto de pasajeros eran mujeres con grandes sacos multicolores -volvían de comprar en Cusco- o hombres y niños medio adormilados en sus asientos. Yo era la única extranjera, y por el momento, parece ser que mi apariencia no me delata hasta que pronuncio la zeta o se me escapa un "vale". Iré practicando.


Cuando llegué a casa del Sr. X, me aposenté en la sala junto a la pequeña de sus hijas, quien rápidamente me contó que en la tele estaban echando el "Teletón" -algo así como el día de la Marató de TV3, en que recaudan fondos para contribuir a una enfermedad- y que ya llevaban un millón y medio de los seis que querían conseguir ese día, pero que su hermano no daba nada porque desconfiaba de que emplearan ese dinero íntegramente para la enfermedad. La noche anterior, en la Plaza de Armas de Cusco, también yo me había topado con un concierto de un animado grupo de extraña mezcla entre cumbia y heavy llamado Pueblo Rebelde, para recaudar fondos Teletón.

Luego pasé al despacho de X para preparar nuestra reunión. Me estuvo mostrando los distintos proyectos de su ONG, Adehpri, y explicando la situación actual del pueblo de Chinchero. Al parecer, la mayor preocupación ahora es que quieren construir un aeropuerto que sustituya al de Cusco, y el Estado ya ha comprado por un ínfimo precio los terrenos a sus habitantes, los cuales han invertido ese fondo en nuevos coches y nuevas casas, y en llevar sus hijos a la universidad. Está previsto para el año que viene. X desconfía de cómo eso va a afectar la organización de la comunidad, que no está preparada para un cambio de tal magnitud, y que por otro lado, está dejando de lado sus costumbres y tradiciones locales en pro de una urbanización de dudosa proyección que puede que se quede en un boom del momento, sin más beneficio.

Tras comer con la familia, llegaron 4 mujeres y el hermano de X, y empezamos la reunión. X me presentó -señorita Alicia- y explicó el proyecto que tenemos en mente, para el cual necesitamos previamente conocer sus necesidades, problemáticas o deseos. Estas, primero tímidamente, luego con más soltura, expusieron sus opiniones: "para el tejido, hay mucha competencia, profesor" -le llaman todavía así porque X fue profesor y director en la escuela pública de Chinchero durante muchos años-, "en el mercado de Cusco está todo más barato, y bonito, ¿sabe? Mejor nos sale revender producto, o no recuperamos capital." X les expone cómo eso es perjudicial porque supone el olvido de su propio producto, cuando tendrían más bien que crear una marca de los tejidos de Chinchero, con sus propios diseños, colores y acabados. "No sabemos qué colores les gustan a los turistas, profe, tejemos nomás." Este continúa incidiendo en la importancia de reforzar un producto propio y de calidad. Estas asienten, cabizbajas. "El turista ya no es tonto", sigue X, "no podemos dejarnos regatear un mantón de 200 a 80 soles, eso infravalora todo el trabajo que hay detrás. Hay que formarse para explicarle de dónde proviene la lana, cómo la han teñido, cómo ese diseño les pertenece y por qué es de buena calidad y merece 200 soles. Hay que poner un precio justo, acorde con el trabajo, y no bajar de ahí. Si no, el turista piensa que le están engañando y que el producto no es tan bueno."

Ellas siguen, piden formación: "Queremos trabajar, profe, pero que nos enseñen cómo hacer mejores acabados, y no solo teoría, también práctica." X incide también en la necesidad de especializarse y conocer su cultura e identidad locales para transmitir esos valores al que compra. "Es cierto", sigue una, "el otro día me preguntaron por el Machu Picchu desde Lima y yo no supe responder. Nunca he ido, pese a ser de la región de Cusco", y se le escapa una sonrisa sonrojada.

"¿Y en la familia cómo están?", "Ya bien, profe, ya no hay tanto machismo, las cosas cambiaron. El hombre ya hace también, eso pasó." -el Estado ha llevado a cabo una insistente campaña contra la violencia de género y el machismo estos últimos años, se ven carteles y pósters por toda la ciudad-. Pese a ello, reconocen que los hombres siguen pensando que su trabajo es más importante y que ganan más que ellas, por lo que eso les da derecho a decidir. "Y nosotras, mucho trabajo, mucho trabajo... la casa, la cocina, las compras, los hijos, el trabajo..."

Acabamos la reunión satisfechos por iniciar un nuevo proyecto, nos lo agradecen, quedamos en hacer reuniones semanales y escoger una portavoz entre las mujeres, tomamos café y nos despedimos.


Llaquepata, pueblo perteneciente a Taray, provincia de Calca (a 20km de Cusco, 2835msnm), domingo a las 9:00h. Nos viene a buscar en coche un chico, junto al alcalde de Taray y "el ingeniero". Nos llevan a la comunidad, donde nos reciben 4 mujeres lanzándonos una especie de confetti sobre la cabeza a modo de bienvenida. Nos reunimos en el parque temático de Llaquepata, un complejo precioso hecho a base de cabañas de paja y madera, con unas vistas impresionantes sobre el Valle Sagrado. Las alpacas nos siguen hasta la entrada. Una niña juega con ellas fuera. Repetimos el mismo ritual, moderado por el Sr. X. Ellas toman la palabra, nos explican que son una asociación legalizada de unas 20 mujeres tejedoras desde hace unos 8 años. El parque lo construyeron con otra ONG hace unos 3 años, con el trabajo de todos los hombres y mujeres de la comunidad. Ahora, sin embargo, está vacío. "Está muy bien, pero falta promoción", comenta X. "Aquí no llegan los turistas", se justifica una. Exponen sus problemas en materia de tejido, parecidos a los de Chinchero, pese a estar más organizadas. "No deben competir entre ustedes, si ella tiene más labia y vende más, se ayudan nomás", dice X, "podrían organizar ferias, darse a conocer." "Pero deberíamos saber inglés, para negociar con los turistas, y recibir charlas sobre capacitación y comercialización." Anotamos. Siguen hablando las mujeres, en quechua, ya no entiendo nada pero sonrío y espero a que X me traduzca a posteriori.

Finalmente nos conducen a fuera y nos invitan a cuy con patatas y ají, exquisito. Nos despedimos y nos llevan de vuelta a Cusco.


¡Somos libres, seámoslo siempre! Sí. Pero qué complicado todo, nomás
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