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La señal que te bendice

Llevo horas viendo cómo un hombre de camiseta roja con respaldo número 17 y un gorro rosa pálido enyesa el techo de la tercera planta de un edificio a medio construir. En el primer piso, un letrero vistoso anuncia: "Radio La Luz. 790 AM. La señal que te bendice." Al lado, los carros esperan hacer el lleno al grito de "pisac, pisac, pisac... salidas diarias" -en un inicio, debido seguramente a mi deshidratación y apetito incipiente, dudé si asomarme a pedir una napolitana, pero pronto me percaté que se trataba de una de las visitas obligatorias a las ruinas incas de la zona.

Llegué ayer como quien da un paseo a chequear por qué desde hace tres días todo lo que como lo echo fuera tal como ha entrado. Me tomaron el pulso, me llevaron a una sala, me pidieron que me echara en la cama y aquí me tienen todavía, esperando el alta que no acaba de llegar. Pese a todo, bien. La enfermera me ha asegurado que con una bolsita más de antibióticos y suero me va a matar todos los parásitos que tengo por ahí. Chévere. Dicen que los europeos no estamos acostumbrados.

El domingo y el martes tuvimos reunión en Urubamba. Es una ciudad bastante grande, aunque no tanto como Cusco. Esta vez charlamos con una asociación de productores agrícolas ecológicos. Nos mostraron sus huertos, repletos de frutos, cebollas, lechugas, limones, duraznos, calabazas, tomates, brócoli y no sé cuántas verduras más de colores vivos y apetecibles. Nos contaron lo difícil que es cultivar y sacar adelante la producción natural sin aditivos, "no como los de Arequipa, señor, que dinamitaron el mercado de quínoa con sus químicos a precio regalado" -según me voy enterando, los arequipeños no son muy queridos por acá... Se ve que son medio orgullosos y quieren un gobierno regional, pero no tienen cultura histórica, o eso dicen, yo no me meto.

Junto a la presidenta, muy empeñosa ella, con una gran visera rosa también, una chica rubia sonriente con pañuelo en cabeza y hombros pero piernas descubiertas al alcance de los ataques de mosquitos. Canadiense, parte francesa, había ido a parar allí como voluntaria de Workaway con la intención de que le enseñaran cómo cultivar para luego montar su propia producción agrícola en Canadá. Chapeau.

Nos regalaron una cesta de verduras recién sacadas del huerto y nos cocinaron trucha con papas, acompañado de inka cola y un trago hecho a base de un licor de hierbas con aceitunas como postre, cortesía del señor Abraham, que, empeñado en que aprendiera quechua, no dejaba de llevarme por todos lados señalando y haciendo bromas que no conseguía entender. Le prometí que estudiaría.


Luego el Sr. X me propuso ir a misa, eran las once, acepté acompañarle. Entré en el templo de Urubamba como quien no quiere la cosa, hasta que el tema se puso serio, todos se levantaron y empezaron a pronunciar unos cánticos, momento en el que yo aproveché para escabullirme e irme a leer un rato las Crónicas reales del Garcilaso de la Vega, el Inca, tumbada en los bancos de la plaza, que cuenta sobre los orígenes de las tierras que hoy llamamos Perú, por el nombre del indígena con el que se toparon los españoles, Berú, mezclado con la palabra río en quechua, pelú.


Sigo aquí. Todavía no me echan y ya solo pienso en ir a Pisac. "Pero los españoles tienen plata, tu seguro paga todo", dice J.

Los europeos no estamos acostumbrados, supongo.

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