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La superación de la turistontología (II)

(continuación de La superación de la turistontología (I))

Tras un fin de semana de brujas y el día de los vivos, llegó el festivo día de los muertos. Viene a ser igual que Todos Santos en España solo que los peruanos lo celebran el día 2 y, además de las flores, se llevan una caja de cervezas y una parrillada al cementerio. Yo aproveché para irme a Maras-Moray, esta vez, sin guía. El bus de Urubamba me dejó en el desvío de Ramal, exactamente a 15 km de las ruinas de Moray, 5 del pueblo de Maras y 9 de las Salineras. Un taxi abusó de mi vulnerabilidad ante tal recorrido y me llevó hasta Moray donde me esperó 40 minutos -no más- para devolverme a Maras. Los restos arqueológicos de Moray en forma de andenes circulares concéntricos desprenden un aura mitológica, espiritual. Se dice que era un centro de investigación agrícola incaico donde se llevaron a cabo experimentos de cultivos a diferentes alturas (en el centro del círculo, mayor temperatura; menor en el exterior, hasta 20 microclimas diferentes). “Moray” hace referencia a la cosecha de maíz llamada Aymoray, al mes de mayo, de mismo nombre, y a la papa deshidratada, Moraya. Existen distintas teorías: unos dicen que su cultivo más preciado fue la hoja de coca, y que los andenes simulaban las condiciones climáticas de las diferentes zonas de todo el imperio incaico. Otros dicen que fue construido por y para las mujeres, como lugar de fertilización. No sé por cuál optaría el grupo que ocupaba el círculo más pequeño mientras se cogían de las manos y pronunciaban cánticos extraños.

Volví a Maras, donde degusté un menú junto a un cusqueño mientras el pueblo cotilleaba acerca de la terrible muerte del giro de la carretera en que se había aplastado por completo un coche con 4 ocupantes -precisamente el día de los muertos. Motivada por unos franceses que venían desde Chinchero a pie (y que se quejaron de la caducidad abusiva del boleto turístico-para-turistas-que-van-a-saco, cuyo tiempo se les había agotado ya... losers), decidí irme a pie hasta las Salineras (no incluidas, por cierto, en la biblia del boleto). Lo cierto es que llegué solo hasta el desvío de la carretera que anunciaba los 6 km por venir cuando me recogieron unos franceses piadosos con su coche de alquiler (¡benditos frenchies!, siempre tan “polis”). Les pillé de buenas: acababan de empezar su ruta Perú-Cuba-México-Cañón del Colorado-Hawai -estos no sufrían de turistontología.

Las Salineras o minas de sal me parecieron impresionantes. De lo mejorcito de este touristiqueo maratoniano, quizá por eso no están incluidas en el boleto. Desde lo alto, me recordaron vagamente a las curtidorías de Fez, solo que con sal y blancas. Más de 3.000 pozos inundan el valle entre sacos de sal y corrientes de agua que se reproducen hasta el infinito. Caminé lo más lejos que pude. La mayoría de turistas no pasaron de la primera fila, junto a los puestos de souvenirs. Volví al cruce de carretera aprovechando el viaje de una repelente inglesa con coche privado que me hizo pagar un pequeño ajuste de cuentas -”If I paid, you should pay”- y caminé una media hora hasta la parada del bus de regreso a Cusco.


El día siguiente me propuse tomámelo de descanso. La experiencia sensorial turistontológica resulta agotadora -y me quedaban 3 días left, era factible. Sin embargo, me topé con la señora Linda por casualidad, a quien comenté que quería hacer el City Tour (es el modo más económico de visitar las ruinas circundantes a la ciudad), y me reveló que el bus estaba por llegar y que subiera rapidito en él, y le hice caso. Para mi sorpresa, volvía a estar C. de guía espiritual (¿cómo lo hacía para estar en dos tours distintos a la misma hora?), y volvía a formar parte del grupo Yuka (aunque los miembros habían sido sustituidos por otros sospechosamente -¿habrían llegado ya a la meta de llegada?-). Repitió de nuevo las reglas de conducta y nos expuso el programa del día: Saqsayhuamán, Tambomachay, Pukapukara y Qénqo. Nos volvió a llevar a una feria artesanal. Esta vez, además de los DVDs y el viagra, nos telemarquearon con no sé qué especie de calidades curativas. Ya no quise oponerme más a las teorías turistontológicas.

Saqsayhuamán es una fortaleza ceremonial inca ubicada al norte de la ciudad. Fue Pachacútec, de nuevo, quien mandó construirla. Simboliza la cabeza del puma -forma que dicen que tiene Cusco, con el corazón del animal en la Plaza de Armas- y es el lugar en que se celebra el 24 de junio la fiesta del Inti Raymi, o fiesta al Dios Sol. Está edificado en tres niveles pero faltan la mayoría de muros, ya que los conquistadores españoles (¡malditos!) se los llevaron para edificar la muralla de la ciudad de Cusco, además de la catedral y varias casas e iglesias. No pude ver más porque el guía comenzó a sonar la flauta en dirección al bus.

Seguimos por Tambomachay (zona de descanso del rey inca y de culto al agua), Pukapukara (impresionante mirador), hasta Qénqo (“laberinto”, adoratorio para celebración de rituales y actos de sacrificios varios, o tumba). El bus nos obligó a un último esfuerzo sensorio-material en otra feria de artesanos donde un dependiente muy formal nos dio una clase sobre las distintas calidades de la lana de baby alpaca o alpaca o llama (de mayor a menor calidad y precio, si recuerdo bien). Volví derrotada pero con un checked en mi lista del boleto.


Hoy ha sido la vuelta final. Museo de Arte Popular, Museo Municipal de Arte Contemporáneo y Centro Qosqo de Arte Nativo. Los dos primeros, no valen demasiado; el último, bueno, merece mención aparte. Se jacta de ser la primera organización para la conservación y recopilación de música y danzas folklóricas del Cusco y de todo el Perú. En realidad, es una turistada más para la que tienes que hacer casi una hora de cola para presenciar cuatro o cinco bailes típicos-nada comparados al concurso de las escuelas de Santa Teresa- desde rituales de seducción a guerreras, agrícolas o carnavalescas, presentados cada vez por una chica con una sonrisa estampada en la cara que nada tenía que envidiar a las máscaras del Museo de Arte Popular. Pero es entretenido.


Son las dos y media de la mañana. Time remaining: menos de 24h. Creo que si mañana consigo acabar con Ollaytantambo me merezco la medalla de oro, por lo menos. Luego, abogaré por la superación de la turistontología y por la desvinculación del yo turista.***
***Ruego disculpen el tono cientifico-filosófico de hoy, debido a mi reciente inmersión obligada en la fenomenología de Husserl seguida de las disquisiciones del filósofo candiense Charles Taylor, en su nada célebre artículo “La superación de la epistemología”, Argumentos filosóficos (1995). Una se contagia quijotescamente de lo que lee.
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